Clases de Gladiadores

Entre Grecia y el Danubio, los Balcanes contienen un tesoro de pueblos que se remontan más lejos que la memoria y la escritura. Luego de incorporar Grecia, Roma ambiciona estas tierras y, primero con la Diplomacia y luego por la Fuerza, trajo esta región bajo su ala. Con sus ricas tradiciones militares, los Tracios jugarían un rol en el Imperio por los siglos por venir.

El Gladiador Tracio homenajea a este pueblo de ágiles guerreros, enemigo conquistado que los Romanos aprendieron a respetar en batalla. El Tracio porta su Guarda de Hombro, y a veces un pequeño escudo, pero no mucho más para la defensa. Su poderío yace en su corta espada curva, que le brinda un amplio rango de movidas, impredecibles para oponentes que sólo hayan enfrentado la punta de un Gladio.

Pero la clave del Tracio es su carácter, consagrado en el Grifo de su casco: Mitad águila, mitad león, su ferocidad y astucia hacen del Tracio un valioso oponente. Y algunos creen que la astucia del Tracio aún aguarda su momento para levantarse, siendo que conquistado no significa domado.

Cuando los talabarteros griegos se disponían a pelear, era habitual que empuñaran su Arbelos, la hoja curva que usaban para con las pieles. Cortar hombres no es distinto a cortar cuero, sólo hay que ser más rápido.

Homenajeando a estos luchadores improvisados, el Scissor blande el Arbelos como una segunda mano. Bajando un escudo, cortando una red, o encontrando una apertura para su Gladius, el Arbelos le abre caminos al Scissor. Como adaptando el corte según el cuero, él busca el ángulo para lacerar la fuerza de su contrincante.

Cuando Artemidorus escribió "La interpretación de los sueños", le atribuyó al Scissor ser un mal augurio. Esto puede inspirarse en el miedo del Arbelos, que separa cuero de la grasa, ganadores de los perdedores, vivos de los muertos. Mientras la hoja se mantenga afilada, para el Scissor no es más que otro día de trabajo.

El imaginario de la Arena se alimenta de religión, política, teatro y crueldad. Son las pasiones y desprecios del pueblo los que exigen sacrificio, los que toman forma de hombre y salen a sangrar.

El Reciario es uno de estos sacrificios: una sátira de antiguos cautivos, una moraleja de táctica militar, un villano extranjero para el heroísmo militar romano.

Sin las armas más ortodoxas de los ejércitos de la época, el Reciario atrapa, desarma, traiciona, escapa, confunde y remata, sin cuidado por la gloria del combate. Su Red entorpece al enemigo, exponiéndolo a certeras estocadas del Tridente. Y si estas armas se pierden en combate, la velocidad desnuda del Reciario le puede permitir hacer uso de su Daga, arriesgando el hierro enemigo en una apuesta de velocidad. Otra batalla robada la muerte, otra decepción para el público que lo quiere ver caer.

La mayoría de las aves usan plumas para volar, para esconderse y para abrigarse. Pero algunas las usan para mostrarse, aun frente al peligro, diciéndole al mundo: Aquí estoy, ven por mí. El Provocator aprende de estos animales, y se muestra orgulloso en la Arena, con dos plumas de avestruz en el casco.

Los oponentes pueden acercarse fascinados por el casco, pero concentrados en el Gladius que aguarde tras el Scutum. Pero desde el comienzo del encuentro, el Provocator solo tiene ojos para sus pies. Un espadachín consumado, mide y cuenta, refleja y finge, trazando los pasos en la arena como una cacería en el bosque.

Al acercarse, los enemigos olvidan que no todas las aves son presa. Y cuando la distancia es apropiada y el baile de pasos se detiene, aprenden porqué pisar la sombra de las plumas de un Provocator es un mal augurio.

Entre las formaciones rocosas que salpican la costa de Liguria, el pez moryrus encuentra su hogar. A pesar de los embates del mar, la marea y las tormentas, el moryrus resiste en su costa, refugiándose en la roca, donde el azul mediterráneo se convierte en espuma y sal.

Tal como el moryrus se resguarda de las olas en la roca costera, el Murmillo defiende los embates enemigos con el peso de su escudo. Bloquea los ataques frontales apoyando el Scutum en su Greba, y blandiendo el Gladius protegido por su Manica. Así cubre su perímetro, y permite al contrincante estrellarse en su defensa.

Un Murmillo de pie es una torre de firmeza, esperando un error del oponente para contraatacar. Gladiadores más veloces intentan rodearlo. Mantienen su distancia, buscando un ángulo expuesto, una distracción. Pero el arma del Murmillo no es el Gladius sino la paciencia. Firme como la roca, deja que las olas embistan. Y rápido como el pez, estalla en la rompiente de quien se atreva en sus costas.

El público prefiere armas clásicas, y un Gladiador que pelea con Gladius, Clipeus y Casco siempre tendrá aliento, como heraldo de la era de los héroes. Pero en la Arena, cada elección de equipamiento importa, y comprender las armas del oponente puede hacer la diferencia en un combate.

Siguiendo este principio, el Secutor fluye y se adapta a sus enemigos, persiguiéndolos hasta el amargo final. Estos luchadores usan casco sin cresta para evitar ser atrapados en Retes, y favorecen un escudo más pequeño para mayor agilidad. Pero su táctica se destaca controlando la distancia al oponente, primero cansándolos y luego forzándolos cuando ya no les quedan sorpresas que revelar.

En el Coliseo de Roma hay un Secutor que mantiene su rostro oculto, y porta una piel de león en la espalda. Algunos dicen que la usa para invocar la fuerza de Hércules, o para ganar fama con el público. Pero un Maestro de Armas del Coliseo dice que utiliza la piel de león para distraer de su cara cubierta, un artilugio de algún joven aristócrata para jugar a ser Gladiador, y apostar contra la muerte en secreto.

En el arte de la guerra, defensa y ofensa son un ejercicio de balance, y concentrarse en un aspecto genera debilidad en otros. Pero hay quienes han hecho de esto una estrategia en sí misma.

En homenaje a un estilo de guerrero de la Galia, el Crupellarius apuesta fuertemente a la defensa en batalla. Vestido casi por completo con su pesada Lorica Segmentata, sólo sus manos y pies quedan parcialmente expuestos, haciendo muy difícil asestar un golpe eficaz. Pero hay un precio que pagar: sin perseguir, sin alardear, la energía no puede ser derrochada cuando se carga con más de la mitad del peso propio en equipamiento.

Para derrotar al Crupellarius necesitas actuar rápidamente, y encontrar una apertura en los primeros minutos. De lo contrario, te cansarás contra su armadura, mientras el aguarda. Y cuando no tengas nada más para dar, su primera movida puede ser tu última.

Roma heredó una orgullosa tradición de combate manual de Grecia. Luchadores desarmados, con sus puños protegidos sólo por tiras de cuero, competían en el juegos Olímpicos tempranos. En los juegos Gladiatoriales romanos, el Cestus personifica esta tradición.

Un guerrero veloz, que depende de su agilidad más que de las armas, el Cestus está siempre listo para improvisar y adaptarse al enemigo. Su guante de cuero, también llamado Cestus, es mucho más peligroso que su predecesor Griego: barras y púas metálicas incrementan su peso, y convierten un simple golpe en un ataque mortal.

Derribar a un animal y controlarlo en el suelo, es una habilidad esencial de las tribus pastorales. A diferencia del cazador, que busca matar, estos intentan controlar al animal, aun si es mucho más grande que el mismo pastor. Con ataduras, y con dolor, una bestia pesada puede ser sometida y domada. Exactamente el tipo de habilidad que se traduce naturalmente al combate.

Es cierto que el Lazo es esencial en el estilo de combate de los Lauquerii. Pueden azotar, enlazar, y jalar, desarmando al oponente y derribándolo. Cuanto mayor la bestia, más dura la caída.

Pero hay más en el carácter del Lauquerius que la efectividad de su herramienta. Seneca escribió, "Toda crueldad nace de la debilidad". Y quizás sea la constitución más débil del Lauquerius, la que lo torna particularmente cruel, y enciende una sonrisa sádica que crece con cada azote.

Cuando la falange Hoplita encontró a la Manípula Romana por primera vez, un paradigma de siglos se quebró. La formación cerrada, excelente para ataques frontales, no podía competir con la flexibilidad adquirida por las Manípulas en los combates de las irregulares colinas italianas. Y así, el Hoplita llegó al borde del olvido.

Pero la Arena es el lugar para las segundas oportunidades, y es aquí donde el derrotado Hoplita se convierte en el Hoplomachis. Libre de la rígida formación, este Gladiador se reinventa en una unidad ágil, que carga con el rango de su Dory, y evade con la velocidad de un Cestus.

La Falange puede haber sido olvidada, pero en un solo Hoplomachis furioso, se escucha el eco de miles de lanzas avanzando juntas. Y algunos dicen, si lo arrinconan, se escucha al Hoplomachis gritar "Molon Labe!" antes de cargar por última vez.

Last updated